Más alla de la simple fraccion de tiempo que almaceno en estas líneas, queda el pedazo de alma incrustrado entre las comas y los puntos, entre los espacios vacios y las tildes, queda tambien el silencio agazapado, el fuego ardiendo en la distancia, queda un adiós y un hasta luego; y a la vez un hola, bienvenido. Queda el placer de fumar, el crujir de un buen café, pero sobre todo, queda la soledad impregnada y el delirio de la muerte que siempre huye de mí.
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